lunes, diciembre 31, 2007

Adiós, viejo


Espero que el próximo me haga llorar menos y reír más.

viernes, diciembre 28, 2007

Mejoras


Ayer me enteré de esa noticia que venía temiendo hace más de seis, años, la que yo creía que sería el peor golpe que podría recibir y que me liquidaría definitivamente, y con agravantes insospechadas. Pero contta todos mis pronósticos (y quizá los de quienes me conocen), no enloquecí, no me arranqué los cabellos, no sentí que mi vida había llegado a su fin...
Todavía estoy tratando de asimilar la noticia pero, más que nada, para poder definir los sentimientos que me desata este hallazgo.
Lo positivo, el aprendizaje, es corroborar que estoy curada de mi dependencia inexplicable de un ser maligno, que me perjudicó por años por acción o por omisión.
Su vida ya no me interesa, lo que haga y deshaga en ella me tiene absolutamente sin cuidado y, salvo por pequeños detalles prosaicos, ya no existe más para mí.
Y pobre del que me diga que es preferible tener una buena relación, por el interés superior de los hijos, si lo conocieran, sabrían que eso, además de no ser cierto, es imposible

martes, diciembre 25, 2007

Y éste es de puro regalo...

(Especialmente para Él)

Recuerdo haber visto este capítulo de Abbott y Costello cuando era re chica y la tele era, efectivamente en blanco y negro. No era capítulo de estreno, por si algún malicioso está pensando en eso, pero era la época en que el canal 11 (que en esa época debe haber sido 9) pasaba estas series cada tarde de sábado. Como toda la vida me han gustado los clásicos (ahí debe haber radicado buena parte de mis problemas de adaptación en el colegio), no me las perdía.
Gracias a otros nostálgicos como yo, ahora puedo mostrárselo a mis críos y enseñarles a reírse con su propio ingenio.



Y como es un regalo, aquí encontrarán la transcripción...

http://www.phoenix5.org/humor/WhoOnFirstTEXT.html

Para cuando se extraña a la madre (como en esta Navidad)

miércoles, diciembre 19, 2007

Sabia (rescatado)


Cásate con un arqueólogo. Cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará.
Ágatha Christie

sábado, diciembre 15, 2007

El Juicio (Primera Parte)


No era yo la que estaba allí. No era de mi vida de lo que se trataba todo eso. Había abogados (cuatro), jueces (una), consejeros técnicos (una), secretarias técnicas (una), estrados, banquillos, mesas, plantas, tantas plantas, y un árbol de pascua.
Era extraño el contraste entre lo que era en realidad ese lugar y lo que querían hacerlo parecer las mujeres que día a día lo ocupan. De acogedor no tiene nada, a pesar de las plantas y el árbol de pascua. De frío, severo e impersonal, todo.
Ahí se hablaba de quién era yo, qué hacía yo, que quería yo; de cómo llegué a estar sentada frente a esas personas tan ajenas a mí. Todos ellos.
Me senté tratando de parecer más tranquila e indiferente de lo que realmente estaba. La recomendación era no escuchar, para que ni un solo músculo de mi cara dejara traslucir lo que estaba sintiendo, pero no podía sustraerme a la curiosidad de averiguar qué tipo de personaje iban a inventar para describirme y me mantuve atenta a ver en qué minuto me salían la cola y los cachos.
Mi vida, mis afectos, expuestos como datos, como hechos despreciables o, al menos, cuestionables, por “la parte” que la compartió conmigo.
Afirmaciones que daban risa, por no dejarme ganar por la pena, me parecieron los manotazos desesperados por un náufrago que se estaba ahogando justo frente a mí, que hacía gala de una dignidad a toda prueba.
Se notó. Alzó la voz e interrumpió a quien presidía la audiencia, como es su costumbre cuando empieza a enfurecerse, logrando sacar de sus casillas a la jueza.
Un buen triunfo, según los que hablaban por mí. Todo un fracaso, según yo, por el sólo hecho de haber tenido que sentarme en ese tribunal.

miércoles, diciembre 12, 2007

Hermosa...


Feliz cumpleaños, desde donde quiera que nos estés acompañando.

martes, diciembre 11, 2007

¿Por qué?

domingo, diciembre 09, 2007

Liegera de equipaje


Casi por tres meses, mi humanidad descansó en dos distintos lugares. En uno estaban mis cosas, mi ropa, a veces mis hijos, mi deber, y en el otro estaban mi cama y mi corazón.
Solía transitar cada día con una mochila roja, cargada con lo que me resultara necesario para levantarme a la mañana siguiente; me sentía como un caracol, no importaba dónde me encontrara la noche, tenía conmigo lo indispensable para moverme y me daba cuenta de que, en realidad, necesito para vivir mucho menos de lo que tengo y me empeño en conservar.
Mientras estaba en el primero de los dos lugares, que es el que habito ahora, me dedicaba a poner orden a una historia de más de ochenta años acumulando y guardando cosas “por si sirven”. Hoy, que es evidente que su dueña no las precisará más, acometo la triste tarea de deshacerme de ellas.
Boto zapatos, carteras y vestidos que alguna vez fueron orgullosamente lucidos.
Boto revistas, papeles y notas que alguna vez tuvieron sentido.
Boto tazas, platos y ollas hace mucho tiempo inservibles, pero que como fueron fruto de algún sacrificio era difícil darlos de baja como basura.
Boto fragmentos de esa historia, que tiene que ver con la mía y que me regala lecciones importantes cuando yo estoy en la mitad de su camino.
No quiero que a mis ochenta años alguien venga, sangre de mi sangre, a determinar qué me sirve y qué no; qué podré volver a usar y qué ya no tiene sentido ser conservado y por eso empiezo a deshacerme de lo que no me es indispensable.
Aprendo, en este ejercicio, que no es tan difícil renunciar a tantas cosas, si sólo se cuenta con determinación, se aprietan los dientes y se cierran los ojos para no caer en la tentación del arrepentimiento. Así, voy aligerando mi equipaje, para que en el momento de partir nuevamente el tránsito sea más fluido, más rápido.
Lo mismo voy haciendo con mis afectos. Repaso distintos pasajes de mi vida y advierto cómo me he ido aferrando a personas, situaciones y emociones que necesariamente debían pasar, que debía dejar atrás. Advierto, también, cómo me desgasté y perdí energía preciosa en recuperarme cuando me daba cuenta de que se trataba de historias pasadas.
Por eso ahora trato de no aferrarme, aunque se trata de una tarea contraria a mi esencia. Alguien me dijo hace poco que yo vine a esta vida a construir y que por eso me es tan difícil terminar, cerrar capítulos, embalar casas, botar agendas viejas.
Por eso mi manía de leer una y otra vez las cartas antiguas, donde todo hablaba de un tiempo de crear futuro.
Hoy, dos años después, puedo darme cuenta de cómo ese plan se frustró antes de ser una posibilidad real. Creímos que era porque no habíamos resuelto ciertas circunstancias básicas y después de resignarnos por un tiempo a eso, volvimos a empeñar nuestras fuerzas y nuestros sueños en lo que suponíamos era nuestro destino. Sin embargo, no fue suficiente. Teníamos las condiciones que pensamos serían la solución a nuestros problemas y llegaron otros que no habíamos considerado. Fuimos perdiendo esa complicidad de las cosas sencillas y de las especiales para preocuparnos de los problemas de verdad, los que importan, y nos fuimos tornando desconocidos.
Yo creía que lo hacía feliz con lo que podía darle, tratando de rescatar el espíritu de lo que había sido -pero al revés- y él callaba y se iba ensombreciendo y apagando hasta el punto de que hoy me cuesta descubrir en su rostro a mi amado.
Hoy desespero por darnos tranquilidad y, a él, la oportunidad de encontrar lo que lleva siglos buscando y que yo no supe regalarle.
Así hago nuestro equipaje más ligero, para estar cada vez mejor preparados para partir. A cualquier lugar. En cualquier momento.

domingo, diciembre 02, 2007

La felicidad, como la fama, es emífera



Estoy pasando por un momento de profunda nostalgia por todo lo que he perdido y recurro, para sentirme más miserable aún, a mis archivos escritos de mejores épocas.
Comienzo el ejercicio –y me quedo pegada ahí- en lo que era mi vida hace justo dos años. Tenía entonces un trabajo que adoraba, un precioso departamento que era mi hogar, mis hijos vivían felices con su hasta entonces decente padre y yo me rendía lentamente al amor del hombre más exquisito que he conocido en este mundo. Era feliz.
Sin embargo, no fui lo suficientemente adulta como para conservar esa felicidad. Perdí mi trabajo, tuve que dejar mi departamento y he estado constantemente haciendo méritos para perder al hombre que amo.
Idiotizada por el interés que desperté en ciertos especimenes difíciles de catalogar, me dejé seducir y lo dañé, dañándome, de paso, a mí misma. Falté a mi propósito de cuidarlo por quienes ni siquiera valían la pena el riesgo, que ningún cheque en blanco sería capaz de cubrir.
Me aferré a un personaje lastimero que me mantuvo atada a su afecto por la compasión, al que insistí en defender, en desmedro de los sentimientos de mi Caballero Andante -que no es otro que mi gato- porque creía que era una buena persona. He buscado – y encontrado- muchas excusas para mi comportamiento, pero ninguna la logrado hacerme sentir menos miserable. Confundí mis lealtades subestimando los efectos y le fui robando el encanto de su inocencia, principal virtud que me hizo enamorarme de él.
Le he hecho más daño del que debía soportar y sigo pidiéndole que crea en mí, con mi línea de crédito de confianza absolutamente sobregirada. Además de los intereses, he debido pagar con que no se me crea una sola palabra cuando digo la absoluta verdad.
Recientemente, y por un hecho que desearía que tanto él como yo pudiéramos olvidar, comprendí de una sola vez que era imposible pedirle más amor y paciencia a mi amado, sólo porque me puse en sus zapatos. Violé su privacidad de la misma forma que detestaba que hiciera con la mía, porque una nefasta corazonada me impelió a hacerlo, e intervine en su mundo particular.
Me he convertido en este proceso en todo lo que desprecio y sé que ya no puedo volver atrás para recuperar aquello que me hizo sentir merecedora de su amor. Sin embargo, él debe saber que pasaré el resto del tiempo que me quede a su lado para demostrarle que la lección fue de cátedra, y la grabé a fuego en esa piel que él tanto adoraba.
¿Recuerdan a Pastel? Aquél ser tan extraordinaria y justamente vilipendiado en el génesis de estas páginas – las que JAMÁS me perdonaré por haber eliminado. El asesinato que cometí hace un año contra Renata se llevó para siempre su chispa y su encanto en las letras-. Bueno, se ha convertido en el merecedor de todas las distinciones existentes y por inventar del Cordon Bleu, si es que esos señores tienen premios para los platillos más destacados de cada categoría.
El ser más despreciable que me ha tocado conocer se ha vuelto, además, indecente y ha dejado relucir muchos rasgos de una personalidad aterradoramente sicopática (escoba, podrían decir algunos) y me ha obligado a comprometerme con lo que no tengo para recuperar lo que me pertenece…
Sigo, al respecto, dando una batalla que nunca quise dar, para enfrentar una vida que no es la que sueño, pero que es la que estoy obligada a vivir. Si lo más negro de mi personalidad ha salido a relucir en estos años, se lo deberé eternamente a él.
Necesito una reprogramación de mi mente y de mis sentimientos, que me permita encontrar un nuevo rumbo en este camino que ya no quiero seguir andando.
Hace tiempo, una bruja me dijo que lo mío en esta tierra era construir y que por eso me costaba tanto trabajo desandar, desarmar, recoger mis redes para empezar de nuevo. Con cada nuevo comienzo, avivo la esperanza de que sea el último, aunque esté empeñada en mantener mi situación actual como meramente transitoria, antes de que mi alma muera de desolación.

Sabiduría popular

viernes, noviembre 09, 2007

Lujuria


Estaba pendiente. Meses buscando el momento oportuno para atreverme a poner en esta pantalla lo que siento cada vez que me pongo a pensar en él.
No hay otra posibilidad, porque es definitivamente quien me lleva cada vez a una dimensión del deseo imposible de rechazar.
Porque sólo su voz es capaz de despertar el pulso de mi cuerpo y de mi mente, para hacerme temblar con la idea de su cercanía.
Porque me hace desear que cada noche sea lunes de primavera, de esta primavera que nos ha encontrado en su balcón como si fuéramos los únicos habitantes de esta ciudad, como si no existiera otro tiempo que el que paso fundida en su piel.
El juego empieza cuando me atrapa donde nadie y todos pueden vernos y osada, impúdicamente, explora con sus manos todo lo que le pertenece.
El ascensor también es su cómplice, demorándose tanto como un beso que me deja sin aliento.
En nuestro pedazo de cielo, los olores y los sabores de cada cosa que comemos y bebemos siguen despertando mis sentidos, preparándolos para la fiesta que nos espera sólo unos pasos más allá, cuando él se decide, por fin, a desplegar todo su arte guardado por siglos para mí, eternamente buscando más y más de lo que sólo mi gato me puede ofrecer.

lunes, septiembre 24, 2007

Hey, amigo


Ya sé que vine a este mundo a trabajar duro por los que quiero y por lo que necesito para ellos; ya he oído que esta vida es "un valle de lágrimas" y todo eso, pero ¿no podrías pedirle a tu Padre que me de un respiro?

martes, septiembre 11, 2007

Partir otra vez



Me "pidieron" amablemente que actualizara este intento de registro de mi vida conmigo y ¡sorpresa!, me di cuenta de que tenía dos borradores pendientes... Parece que en estos días no hay algo que pueda concretar, que pueda llevar a buen término o al término que sea.
Pensé escribir sobre la inminente (e maledetta) primavera, que se supone que me devuelve los colores a la piel y el aire a los pulmones, pero todavía no siento la tibieza suficiente como para sentirla cerca.
Pensé, también, en actualizar mi relato contando sobre el estado de mis relaciones con el nunca bien ponderado Pastel, de lo increíblemente azaroso de mi vida laboral o de mi inseguro intento de ir habitando un nuevo espacio, pensado como una invitación. Hasta pensé en escribir sobre el apretado nudo en la garganta que me provocó (y me provoca) la muerte de Pavarotti.
Sin embargo, nada de eso ha logrado inspirarme más de dos o tres líneas. En cambio, hay una idea que se ha ido apoderando potentemente de mis pensamientos, a partir de un análisis astrológic de la casa de mi nacimiento: Júpiter.
Así es, se supone que los nacidos en la casa de Júpiter llgamos a este planeta a construir, a levantar, a crear y, por eso, nos es tan difícil hacer lo contrario. La verdad es que la mujer que me lo dijo lo hizo con bastante más gracia y poesía, pero lo que me explicó, en concreto, que no sé terminar-desarmar-desandar historias, relaciones y situaciones ¡si hasta cambiarme de casa me duele!
Hace muchos, muchos años, más de los que quisiera, mi amor universitario me dijo que yo tenía el don de llegar a cualquier sitio y, en un momento, convertirlo en un hogar, por mínima habitación que fuera. Cualquier detalle, cualquier gesto, la forma de disponer las cosas en ella, la hacían vivible de una manera distinta.
Y creo que es porque en esas tareas pongo parte de mi corazón, como si siempre estuviera pensando en construir un nido que me contenga a mí y a los que amo.
Mi madre tuvo que morir para que yo dejara de sentir que mi hogar estaba donde ella vivía; recién ahí mi casa se convirtió en algo más para mí que sus paredes y techo, fue entonces cuando comenzó a convertirse en un hogar de verdad... y lo perdí.
Logré construirme otro, el más entrañable que he conocido y que me acogió durante todo el año pasado. En ese lugar, en Diego de Almagro Street, fui yo como nunca, con todas mis penas, complicaciones, pero más que nada con toda mi felicidad. Ahí viví, sufrí, lloré y amé como todas las mujeres juntas de este mundo, resumidas en la Magdalena.
De todos los desarraigos de mi vida ése ha sido el más doloroso, principalmente porque fue para llegar a ninguna parte. Mis cosas, mi vida, están repartidas en un montón de cajas, en bodegas oscuras, con un pedazo de mi alma.
Lo más triste de todo esto es que nadie entender la magnitud de esta pena, de esta vida que llevo, gitana obligada, cuando lo que más quiero y necesito es otro pedazo suelo que pueda llamar mío, para comenzar nuevamente a construir. No puedo ser la misma si me falta donde posar mis pies cansados a final de cada día, no puedo ser la misma si no tengo mi música para acompañarme cada minuto, ni los olores y sabores de mi cocina. No puedo ser la misma si no puedo disfrutar del caos de un clóset cuyo orden he postergado indefinidamente, para ocupar el tiempo que me tomaría en cosas mucho más gratificantes para el cuerpo y el espíritu. No puedo ser la misma si no tengo un lugar donde recibir a mis amigos y a los amigos de mis hijos, para sentir que la vida puede llenarse de risas.
Ha llegado nuevamente para mí un momento de desandar, de desatar lo que creía atado, pero esta vez tengo una ventaja respecto de las anteriores: ya he aprendido que hay ocasiones en que, por duro que sea, es mejor rendirse a las evidencias y soltar, soltar, dejar partir a todo lo que, de todas maneras, no estaba llamado a pertenecerme.

viernes, julio 20, 2007

Ni al norte, ni al sur...



... nuestro pedazo de cielo tiene vista al amanecer.

domingo, junio 24, 2007

Veintitantos años después...


Todas íbamos a ser reinas,
de cuatro reinos sobre el mar:
Rosalía con Efigenia
y Lucila con Soledad.


En el valle de Elqui, ceñido
de cien montañas o de más,
que como ofrendas o tributos
arden en rojo y azafrán.


Lo decíamos embriagadas,
y lo tuvimos por verdad,
que seríamos todas reinas
y llegaríamos al mar.


Con las trenzas de los siete años,
y batas claras de percal,
persiguiendo tordos huidos
en la sombra del higueral.


De los cuatro reinos, decíamos,
indudables como el Korán,
que por grandes y por cabales
alcanzarían hasta el mar.


Cuatro esposos desposarían,
por el tiempo de desposar,
y eran reyes y cantadores
como David, rey de Judá.


Y de ser grandes nuestros reinos,
ellos tendrían, sin faltar,
mares verdes, mares de algas,
y el ave loca del faisán.


Y de tener todos los frutos,
árbol de leche, árbol del pan,
el guayacán no cortaríamos
ni morderíamos metal.


Todas íbamos a ser reinas,
y de verídico reinar;
pero ninguna ha sido reina
ni en Arauco ni en Copán...


Rosalía besó marino
ya desposado con el mar,
y al besador, en las Guaitecas,
se lo comió la tempestad.


Soledad crió siete hermanos
y su sangre dejó en su pan,
y sus ojos quedaron negros
de no haber visto nunca el mar.


En las viñas de Montegrande,
con su puro seno candeal,
mece los hijos de otras reinas
y los suyos nunca-jamás.


Efigenia cruzó extranjero
en las rutas, y sin hablar,
le siguió, sin saberle nombre,
porque el hombre parece el mar.


Y Lucila, que hablaba a río,
a montaña y cañaveral,
en las lunas de la locura
recibió reino de verdad.


En las nubes contó diez hijos
y en los salares su reinar,
en los ríos ha visto esposos
y su manto en la tempestad.


Pero en el valle de Elqui, donde
son cien montañas o son más,
cantan las otras que vinieron
y las que vienen cantarán:


-"En la tierra seremos reinas,
y de verídico reinar,
y siendo grandes nuestros reinos,
llegaremos todas al mar."

Gabriela Mistral

miércoles, junio 20, 2007

El viaje



Mi Caballero Andante partió de viaje. Hace algunos meses, alentado por un buen amigo, se decidió a hacer acopio de su equipaje y partir a aquél lugar donde todos debemos llegar alguna vez en nuestras vidas.
Confuso, al principio, no podía siquiera vislumbrar el camino, pero hoy ya reconoce su ruta. A veces lo he instigado yo, anticipándole los paisajes que encontrará, pero lo importante es que, aunque desconocidos, él ya quiere conocerlos.
No se cuándo terminará su periplo, no se siquiera si volverá o si nos encontraremos cuando llegue el final, pero estoy feliz tan solo porque se atrevió a emprenderlo y porque se que cuando llegue a su meta será aún más grande y hermoso

martes, junio 12, 2007

Soberbia



Qué difícil lidiar cada día con la tendencia a creer que nadie es capaz de hacer las cosas como una... por lo menos en lo que a los detalles de la vida se refiere. Porfiada como soy, además, me cuesta aceptar los consejos de quienes tienen otra visión. Generalmente creo que mi camino es el correcto. Y qué placer cuando los hechos me dan la razón.
Sin embargo, toda esa soberbia no me alcanza para creerme todavía la guinda de la torta. Hay quienes han intentado hacerme sentir así y lo agradezco de todo corazón, pero, a la larga, termino insistiendo que no me gusta que me mientan.
En casi todas las listas, la soberbia es considerada como el original y más serio de los Siete Pecados Capitales, y de hecho, es también la principal fuente de la que derivan los otros. Es identificado como un deseo por ser más importante o atractivo que los demás, fallando en halagar a los otros a pesar de que lo merezcan y mostrando un amor excesivo por uno mismo...
Qué impecable descripción de alguno que otro sujeto que conozco. En la historia de Lucifer, el orgullo es lo que causó su caída del Cielo y, como resultado, su transformación a Satanás. La vanidad y el narcisismo son grandes ejemplos de este rasgo de personalidad y yo, de Narciso, ya me cansé. Cuídate, pequeño.

viernes, junio 01, 2007

Gula


Que me perdonen los gorditos, pero si hay algo que me provoca un rechazo profundo es la obesidad. No hablo de tener unos kilitos más de lo que la talla de ropa que usamos aconseja, situación en la que he vivido muchas veces, sino de sobrepasar nuestro peso razonable a tal punto, que la humanidad, traducida en carnes blandas, se desborda.
Pocas cosas hay más desagradables para mí que ver comer a un obeso mórbido como si en eso se le fuera la vida, tenga diez, cincuenta o cien años. Qué espectáculo más patético observarlos devorar lo que les pongan en frente como si no les funcionara el cerebral detector de saciedad.
Es rico comer, lo reconozco, aunque algunos no lo crean, a mí me encanta, pero me basta con comer para satisfacer mi apetito o para darme el gusto de probar nuevos sabores: no tengo que comerme el cerdo entero si ya probé un par de chuletas...
Y creo que los "enfermos de gordos" me provocan este rechazo porque su falta de voluntad para poner límites se enfrenta con la mía y me deja en evidencia.
Es que me da pánico caer en la dinámica de algunos de los que viven a mi alrededor y llegar a convencerme de "lo mío es metabólico, porque yo como puras lechugas y pollo cocido". Un médico le dijo una vez a una señora, que calzaba perfectamente con este tipo, que recordara que vacas e hipopótamos son vegetarianos.
Nada más ridículo que, después de haber estado comiendo como para dos días seguidos, se quejen de malestar estomacal y aseguren que lo que les hizo mal fue el aliño de la ensalada. Nada más difícil de justificar muchos males del cuerpo sin considerar el esfuerzo que significa llevar a cuestas una masa fuera de toda proporción.
Hombre o mujer, niño o adulto, veo caminar frente a mí a esos pingüinos parlantes y todas las luces rojas de mis sistemas de alerta se encienden y recurren a cualquier artimaña para hacerme rechazar la comida.
Sin embargo, hay una condición en la que ése acto se convierte en un placer para mí y es comer con él. No importa que los platos sean iguales, él recibirá gustoso el bocado que le ofrezco con mis manos sólo para ver cómo clava sus pupilas océanas en las mías; no importa que la comida sea frugal o abundante, siempre encontraremos la forma de quedar ahítos. No importa siquiera que no lleguemos a comer, siempre nos habremos alimentado. Como dijo Eduardo Galeano, "Comer solo es una obligación del cuerpo. Contigo, es una misa y una risa".

viernes, mayo 25, 2007

Codicia



Es un rasgo de personalidad que yo no conozco, lamentablemente. Muchas veces he pensado que si hubiese tenido mayores ambiciones en mi vida, mi presente sería distinto.
Hoy veo cómo el hombre del que me enamoré por su inteligencia y por sus valores es feliz acumulando bienes, de la mano de una compañera que lo empuja a eso.
Tal vez si le hubiese exigido que nos llevara de vacaciones cada verano, si no me hubiese conformado con los saludos de cumpleaños fuera de tiempo ni con los regalos simbólicos de Navidad, mi presene sería distinto.
Lamentablemente, el temita no va conmigo; nunca he creído que la plata sea un fin, sino sólo un medio para disfrutar, como me gustaría, de la vida.
Sin embargo, no puedo dejar de pensar en que aún estoy a tiempo de corregir ese "defecto" de mi personalidad en la formación de mis crías. Puede ser que algo de codicia los impulse a superarse, a no conformarse con lo que llega, a pelear por ser (o tener) algo más.
Puede ser que algo de codicia en ellos signifique la diferencia entre que yo termine mis días en una Senior Suite o en la Fundación Las Rosas...

miércoles, mayo 23, 2007

Ira


Me invade, se apodera de mí, contamina cada una de mis células y pensamientos y me enferma, me hace vomitar una cantidad de rabia que no sabía que podía contener.
La provoca siempre él, sus acciones y omisiones. La provoca siempre él, aquél que tenía la sangre de mis venas a su disposición. Pero no le bastó, quería más y salió a buscarlo.
No lo odio, no puedo odiarlo, pero desata en mí lo peor que siempre he temido ser. Me basta verlo, escucharlo, para que su presencia me sepa al hambre de un niño pobre; al llanto de una amante abandonada.
No quiero que le vaya mal, no quiero que le vaya bien; quisiera tener el poder de desencadenar con mi ira las fuerzas de la naturaleza y hacerlo huir definitivamente, desaparecer del mapa del cosmos, para recuperar la confianza en la justicia.
Porque eso es lo que me provoca mirarlo: sentir que no hay posibilidad de que se asome siquiera a saber cuánto daño va causando su paso, mientras, muy campante, camina por el mundo sintiéndose el ser más amado, porque se lo merece.
Si tan solo lo odiara, podría enfrentármele, exigirle que respondiera a sus faltas y a mis dudas, conminarlo a hacerse responsable de sus muertos.
Pero verlo, escucharlo, me nubla la razón y sólo pienso en lo mal que lo he pasado gracias a él. Me robó mis sueños y, a veces, logra todavía robarme la paz.
Dios mío ¿tendré justicia en esta vida?

jueves, mayo 17, 2007

Pereza



Ya no puedo hacerme cargo de mi existencia. No quiero, no quiero, no quiero. Todo me parece insuperablemente abrumador y quiero escapar por algún resquicio de la realidad.
Borges dijo algo así como que el paraíso debía parecerse a una gran biblioteca y me dan unas ganas locas de llegar pronto a ese lugar, situación para la que no creo estar haciendo suficiente mérito. Es que mi idea de una vida perfecta tiene que ver con los libros, definitivamente, en uno de los lugares principales.
Y también están mis plantas, claro. Si tuviera más tiempo libre, podría dedicarme incluso a limpiarlas hoja por hoja, para quitarles de encima todo el peso del aire de esta ciudad.
Pero, primero que todo en esta lista, están ellos, por supuesto. Tiempo para ir al colegio, para ofrecerme de voluntaria en cada una de las infinitas actividades que en ese colegio consideran importantes y enriquecedoras a la hora de educar a los niños.
Y me voy dando cuenta de que no es flojera, exactamente, lo que siento. Es más bien cierta aversión por el trabajo o, al menos, por el trabajo que hago ahora.
Me da una lata casi insoportable tener que levantarme cada día para llegar a una oficina donde poco tengo que hacer, poco tengo que aportar y preferiría encontrar una y mil razones para no tener que levantarme, para no tener que ir a trabajar cada día. Es que preferiría pasar mi tiempo haciendo otras cosas, cosas sin importancia -obviamente eso no significa que mi trabajo sea importante-, que no demandaran responsabilidad de mi parte, porque me da pereza.
Quisiera sólo yacer, viendo algún capítulo de Seinfeld para tratar de descubrir qué es lo que le causa tanta risa, o de Frasier, para reírme a destajo de ese humor tan rebuscado, de esos personajes tan patéticamente parecidos a mí (especialmente Niles).
Quisiera sólo yacer, leyendo todo lo que tengo atrasado en mi vida, partiendo por aquéllos a quienes mis autores favoritos leen o leían.
Quisiera sólo yacer, escuchando la música que me gusta, desde el malhumorado genio enamorado de una musa incógnita hasta el viejo de los ojos azules.
Quisiera sólo yacer, enterándome de las anécdotas de los críos míos y sintiendo el ritmo de su crecimiento atolondrado y tan rápido, que a veces no puedo asumir.
Quisiera, en fin, sólo yacer, para esperar su llegada al remanso, al lugar de calma y locura que le brindan mis brazos, anhelantes de su ser.

lunes, mayo 14, 2007

Envidia


Empiezo a leer mi -apenas- cuarto libro de este año (cómo se nota que ya no viajo en micro, o en el metro pre Transantiago) y parto de una manera curiosa. Es mi primera obra de este autor y comencé por la segunda parte de sus memorias o, como él mismo les dice, sus antimemorias.
Me embarga una terrible mezcla de sensaciones que van desde el encantador descubrimiento de sus letras y una envidia que duele, duele en lo más hondo. ¿Por qué él sí y yo no?
Recuerdo mi infantil edad de los diez, e incluso de antes, cuando sentía, de verdad creía, que podía llegar a ser lo que yo quisiera. Desde la prima ballerina del ballet nacional hasta una física astronáutica, posibilidad que deseché cuando supe de mi escasa afinidad con las matemáticas.
Sin embargo, soñé con ser actriz, neurocirujana, historiadora, profesora, jueza... escritora.
Ahora, a mis treinta y diez (robándole la fórmula a un creativo Joaquín), no soy ninguna de esas Renatas que pensaba que podía ser. Es cierto, elegí un camino que me permitió acercarme a todos esos mundos pero como espectadora, no como protagonista, que es como prefiero vivir mi vida.
Siempre pensaba "hay tiempo", pero éste, traicionero, no avisa cuándo acelerará su paso y nos dejará mirando hacia atrás todas las cosas que se van perdiendo en el camino, sin que tengamos ya la posibilidad de recogerlas.
Me acuerdo de que mi primera afición por letras adultas, siendo yo una imberbe (ya no lo soy), era la columna "Civilice a su Hombre", de Isabel Allende en la setentera Paula.
Me fascinaba la capacidad de construir ideas originales con palabras comunes. En el fondo, sentir que ella podía escribir en lindo -o entretenido- lo mismo que se me podía ocurrir a mí (sí, damas y caballeros, a esa edad ya leía esas columnas con afán instructivo).
De ahí en adelante, cada vez que tomo el libro de una escritora, especialmente de las chilenas, los leo con el sabor amargo de la envidia en la boca. Es como si fuera un ejercicio de puro masoquismo: leerlas para sufrir.
Porque, reconozco, es posible que yo escriba tan impecablemente como ellas -editores mediante, me imagino-, algunas me dan náuseas con sus lugares comunes y efectos efectistas, pero la gran diferencia, la que merece todo mi respeto, es que se atrevieron a hacerlo.
Se atrevieron a dejar la mullida seguridad del "me encantaría escribir" y se lanzaron a la azarosa aventura de escribir, en concreto.
Capítulo aparte merecen los verdaderos maestros de las letras, lista particular que, en mi caso, encabezan los rusos. Frente a ellos, nada que decir, nada que reclamar, ni siquiera que envidiar. Ahí sólo existe la posibilidad de rendirse ante tamaña capacidad de crear esos monstruosamente complejos personales que hacen pensar que, gracias a Dios, una es de carne y hueso.

viernes, mayo 11, 2007

Gran verdad



"Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta años para aprender a callar"
Ernest Hemingway

jueves, mayo 10, 2007

Lo que más me gusta de Seinfeld


Es escuchar tu risa.

jueves, mayo 03, 2007

Mandato divino



No tengo opción. Ayer empecé la catequesis de preparación para la primera comunión de mi tercer hijo y, como siempre, los curas de ese colegio nos regalaron con una de sus charlas de lujo. El resumen de una hora y media de atenta escucha es que fuimos creados por Dios para ser felices y eso lo logramos a través del amor. Lo dijo clarito: primero el de pareja y luego hacia los demás.
Entonces, me pregunté ¿qué más necesito? Yo lo amo más allá de cualquier duda. Amo su voz, amo su olor, amo contemplarlo, amo recibir un mensaje suyo. Él me ama; me dice "hermosa" y yo sé que soy hermosa cuando él me mira. Se maravilla con la complejidad de mi ser y, aunque a veces tengamos ritmos distintos, siempre nos damos cuenta de que estamos mirando hacia el mismo lado ¿Qué más necesitamos? Nada.
A los agoreros de siempre les demostraremos que nacimos para ser felices,yo para darle felicidad; él, para hacerme feliz.
Hay un sacrificio implícito en esta opción, pero por sobre las imposiciones de los hombres, está para mí el mandato divino: fuimos creados para ser felices y yo quiero ser feliz con él.

miércoles, mayo 02, 2007

Qué pena que ya no leas mi blog...

...sabrías que no dejo de pensar en ti, Pastel.

viernes, abril 27, 2007

¿Qué hiciste, Pistolero?


No puedo entender nada. Llevo días tratando de encontrar una explicación, cualquier atisbo de idea que te justifique, que te salve, y no me ha ido bien con eso.
Dejaste a tu Guajira convertida en miles de pedacitos que no saben cómo encontrarse para ser una de nuevo.
Acostumbradas a no pedir explicaciones, acostumbradas a no preguntar nada, me mira con sus ojos incrédulos y me dice ¿qué pasó? Yo, impotente, tan desarmada como ella, no tengo respuestas. O tal vez tenga muchas, todas, pero no las que le sirven; tengo sólo las respuestas que me sirven a mí para entender por qué elegimos conformarnos con lo que les sobra de su vida, con lo que nadie más necesita, con lo que no les genere problemas, con lo que no necesite mentiras, con lo que no nos delata.
Tu Guajira se deshace y yo no tengo argumentos para sostenerla, tu Guajira llora y no puedo consolarla, porque sus lágrimas sólo me recuerdan las mías.

"Se aprende a jugar siempre en la banca, a comprender lo incomprensible, a esperar hasta la hora que él pueda, a no sentir celos o a tragárselos, a creer lo increíble, a darlo todo por quien sólo da lo que puede. En estos casos se termina sintiendo, pensando y viviendo desde y para el otro.
Creo que eso se produce debido al esfuerzo permanente por entender, por esperar, por no presionar, que al final se pierde de vista la necesidad de uno misma. Una se pierde en el otro y volver a centrarse en una misma es una tarea muy difícil y absolutamente necesaria. Es la forma de empezar a sanar y de volver a sentirnos sin dolor".


¿Qué hiciste, Pistolero? ¿qué no te gustó de su amor? ¿qué te ofendió de su entrega? ¿qué te asustó de su fe en un futuro distinto?
Te llevaste contigo la paz, tan esquiva cuando se espera contra toda lógica. Te llevaste los mismos sueños que ayudaste a construir, te llevaste los sueños de ella y amenazas los míos también de una manera tan peligrosa, que me aterra.
¿Qué va a pasar con ella? ¿acaso no te importa?
Tu Guajira es fuerte, yo no. Tu Guajira no ha perdido nunca el norte de lo que es fundamental, a mí me pasa a cada rato. Pero por fuerte que sea ella, no puedes pensar que no necesita una explicación. Deberías ver sus ojos incrédulos cuando me mira y dice ¿qué pasó?

sábado, abril 21, 2007

Como agua para chocolate



Nunca he entendido el sentido de esta frase, nunca he sabido si el agua es buena o no para el chocolate, se me ha olvidado preguntarle a Willie Wonka, pero sí sé que en estos días me ha rondado en la memoria, mi escasa memoria, ese libro que leí hace tanto tiempo, cuando todavía era absolutamente feliz.
Cocinar es para mí un placer tan grande como comer, tal vez más incluso, por lo que significa la dedicación y el amor que una pone cuando acomete la tarea culinaria. Yo no soy creativa, pero soy buena para seguir instrucciones y me gusta aventurarme con recetas distintas, siempre con la intención de complacer a aquellos a quienes está dedicada la comida.
Con hijos mañosos eso es difícil de conseguir y por eso ha pasado mucho tiempo desde que cociné con gusto y con amor la última vez. Hoy tuve la oportunidad de hacerlo nuevamente, para agasajar al viajero a quien echaba tanto de menos. La cocina es suya, pero me preguntó, entre regalón y cansado por el viaje, "¿vas a preparar tú algo de almuerzo?".
Gran oportunidad y san Google me ayudó a encontrar una receta que se me había ocurrido, sin saber si existía. A él le encantó y yo disfruté de unas horas deliciosas cocinando y pensando en el resultado.
Ahora quiero cocinar otros platos, quiero experimentar nuevos sabores y sensaciones, para aquél que ha disfrutado hasta con mi mesa más modesta. Comeremos berenjenas, nos acompañará el aroma de la albahaca, el café y el cardamomo. La música del Viejo de los Ojos Azules será indispensable y, como siempre, él, mago absoluto de los sentidos, se encargará del postre.
Tal vez nunca llegue a escribir como la Laura Esquivel, pero sí puedo cocinar como Tita.

viernes, abril 20, 2007

Al norte y al sur




Llegó la hora de hablar. Él lo necesita y creo que será bueno para mí también. Es hora de darle forma terrena a todos esos castillos construidos en el aire en tiempos pasados.
Me dijo que ya sabe cómo es el lugar, tiene ventanas al norte y al sur. Yo sé que tendremos todo lo que nos es necesario y precioso: el cubre rojo, la sombrilla al revés, aceite de oliva y el té con hibiscos.

jueves, abril 19, 2007

Tu boca



Hoy partí a mi reunión tan desorientada, que no podía concentrarme para elegir la ruta apropiada. Llevaba el mapa en la mano, la luz prendida, y no sabía para dónde quedaba el norte ni para dónde el sur.
No entendía la razón de tanta confusión, hasta que mi propia boca me lo dijo: necesitaba a la tuya para justificar su existencia.
Mi boca, perdida de la tuya, buscaba su lugar en mi cara, en mi cuerpo completo, y no lo podía encontrar, clamaba a gritos por la tuya para reconocerse y poder seguir su camino.
Nada era lo suficientemente importante como para distraerla. Mis manos, mis pies, mi cabeza, sólo quería atender a su demanda: correr a buscar tu boca.
Tuve que hacer un esfuerzo de autoridad para ordenarle al resto de mi ser tomar posesión del mando y lograr cumplir con su cometido.
Ella, mi boca, condescendiente, por un rato se hizo la sumisa. Acompañó al resto de Renata a su destino y la dejó participar, opinar, sugerir, ofrecer y hasta reír, pero apenas hubo completado su tarea maternal, volvió a su actitud de taimada regalona.
Hasta esta hora, se niega a ser mi boca, hasta que no se encuentre con la tuya para entender su razón de ser.

sábado, abril 14, 2007

Tontera



Escuché en una película un refrán: "El amor es como el vino; la medida justa te hace feliz, pero más de la cuenta te convierte en un tonto"... ¡Cómo me hizo sentido!
Tal vez por eso siempre he tenido cuidado con lo que bebo, me fascina el vino y tiendo a pasarme un poco de copas cuando lo bebo. Sin embargo, con el amor no he sido tan cauta y mi falta de juicio ha quedado tantas veces en evidencia.
No puedo evitarlo, no quiero evitarlo. No conozco sentimiento más deliciosamente embriagador que estar enamorada y eso me hace tremendamente dramática.
Si la vida no transcurre como una pieza shakesperiana, para mí casi no vale la pena, pero eso mismo es lo que me agota y me me hace, de tanto en tanto, querer abandonarla.
Hoy estoy en el límite, siento que tengo más emoción que la que puedo soportar y, por enésima vez en mi existencia, me siento frágil. Pero no como la burbuja que era el año pasado, que podía explotar y desvanecerse, sino como una rama pequeña y delgada, que se puede quebrar en cualquier minuto y quedar reducida a un montón de astillas sin sentido.
A pesar de esto, me sorprendí volviendo a soñar. Tonteras, pero sueños de futuro, como un refrigerador lleno de pescado...
Estos días grises de otoño me ponen triste, nostálgica. Recuerdo los otoños en Arrieta, con el programa deportivo de la radio Cooperativa sonando eternamente en la radio del taller de mi vecino y nosotras, las niñitas, jugando entre las fragantes ramas del palto recién podado.
También recuerdo décadas posteriores, que a estas alturas son décadas atrás, cuando pasábamos una tranquila tarde de sábado en la casa de sus padres, con alguna de esas vidas que crecieron dentro mío.
Este sábado es frío y mi fuerza es esquiva como la luz de este sol egoísta de abril.
Hoy sólo me mantiene la fe. Y tu amor, que necesito como al aire.

martes, abril 10, 2007

La mesa puesta


Mi trasnochado decadente favorito dijo una vez que lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida. A mí me ha tomado mucho tiempo aprender lo más terrible, pero sí siento que lo hermoso me está costando la vida. O me la puede costar.
Me dijo que la mesa está puesta... ¿Qué clase de platillos pensará servir para la ocasión? Está claro que unos que no ha preparado nunca antes, o no le tomaría tanto tiempo.
Yo, como siempre no invitada, pienso en cuánto me habría gustado que hubiesen preparado con tanto cuidado mi última cena. Es que parece que depende de a quién se quiera cuidar más.
¿Cuánto tiempo puede pasar entre que se pone la mesa y se sirve la cena? No mucho, porque cualquier plato corre el riesgo de saber amargo para el resto de los comensales.

lunes, abril 09, 2007

María, la de Magdala


Todas las mujeres en una. La más santa y la más pecadora. La más generosa y la más egoísta. La más hermosa y la más fea. La más amada y la más odiada. ¿Quién podría resistir a una mujer así?
Cuando él me dijo que la meditación sobre Magdalena lo había hecho pensar en mí no me extrañó, porque yo misma ya me había reconocido en las palabras de ese hombre tan inspirado.
Es que siento que he elegido una forma de vivir la vida tal, que no podría ser de otra manera. He amado y he llorado amores perdidos con la misma intensidad y, cuando pienso que he aprendido la lección y la siguiente vez seré más cauta, más cuidadosa de mí misma, vuelvo a lanzarme a la vida con los brazos abiertos, casi sin preocuparme de que abajo haya alguien dispuesto a recibirme, en caso de volver a caer estrepitosamente.
Mi abuela me advertía que no se debía ser así, pero yo siempre le dije que pensaba que no valía la pena vivir si no era dándolo todo. Es que, cual versión femenina de Cool McCool, yo amo el peligro. Por eso me apasiona navegar, volar y correr en cualquier aparato que se haya inventado o por mis propios medios: a pesar de haber vivido un par de sustos memorables gracias a las olas del mar chileno, cada vez que puedo me meto otra vez al agua.
Comentaba con alguien que me siento en la encrucijada de poder elegir entre una vida larga y apacible y una corta, pero intensa... Adivinen cuál es la que me tienta más.
Es cierto que me asusta, pero no reniego de ello y esa misma pasión por la vida, por las cosas que uno hace, por las relaciones que se establecen, es la que quiero transmitirle a mis hijos. Espíritus infinitos, somos capaces de hacer tantas cosas, que no quiero que llegue el día de arrepentirme por no haberme atrevido a hacer algo que quería. O lo que mi díscolo corazón me empujaba a hacer.
Sigo pensando que estamos aquí para darlo todo, fracto alabastro.

viernes, abril 06, 2007

Mi pasión...


No me mueve mi Dios para quererte
El cielo que me tienes prometido
Ni me mueve el infierno tan temido
Para dejar por eso de ofenderte.

¡Tú me mueves Señor!
Muéveme al verte clavado en una cruz
y escarnecido
Muéveme al ver tu cuerpo tan herido
Muéveme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme en fin tu amor de tal manera
Que aunque no hubiera cielo yo te amara
Y aunque no hubiera infierno te temiera

No tienes que darme para que te quiera
Porque aunque cuanto espero no esperara
Lo mismo que te quiero te quisiera.


Fray Miguel de Guevara
(agustino).

martes, marzo 27, 2007

Llueve otra vez...



Y me acuerdo precisamente de la canción de Silvio que cantaba en mis inviernos universitarios.
Le temo al invierno y el anticipo de hoy me ha hecho andar más bien triste... La buena noticia es que ahí es cuando dicen que me parezco a la Forlani.
La oscuridad en que lo cubre todo me sume en un estado de melancolía ineludible y, justo hoy, no puedo evitar recordar mi último invierno. Ése de tantas tardes en cálida y deliciosa compañía, entre unas sábanas que no nos dejaban partir a ninguna parte que no fueran nuestros sueños.
También hubo tardes solitarias y frías, en las que las lágrimas competían con el agua del cielo.
Ya no hay lágrimas, pero tampoco hay sueños. Desde la ventana del undécimo piso en el que está mi oficina Santiago se pierde y nada es muy claro más allá de unos pocos metros.
Así estoy yo; sé lo que voy a hacer mañana, pero no el día después de mañana. Tengo una sensación de fragilidad, de inestabilidad tan grande, que no puedo, no quiero pensar en hacer planes. Todo se desbarata tan fácilmente...
Necesito una taza de té blanco, necesito mi pan con amapolas y sésamo y queso crema, necesito tu calor para pasar el frío de hoy.

sábado, marzo 24, 2007

Eres tú



No tenías que disfrazarte de duro para impresionarme. No necesitas tus ojos azules para fascinarme. No precisas aprenderte cada canción que adoro para encantarme...
Eres tú, como antes, como siempre.

sábado, marzo 17, 2007

Quien fuera...

miércoles, febrero 21, 2007

¿Volveré a escribir?



He tratado, muchas veces, de disponerme a volver a vaciar mis sensaciones a través de mis dedos, pero desde que morí ya no he podido hacerlo.
Tal vez la blogósfera no es para los fantasmas y yo he deambulado como un espectro en los últimos meses.
Y no es que me falte tema, al contrario, podría decir que estoy en inmejorables condiciones para desbordarme escribiendo, pero es que algo me falta. O algo me sobra.
Tal vez lo que me falta es la inspiración de los antiguos posts de Renata, hasta yo me entretenía releyéndolos, pero los condené al vacío del ciberespacio.
Por ahora, aprovecho la pausa forzada de estos meses para reordenar tantas otras cosas que estaban fuera de su centro (tal vez eso era lo que me hacía urgente poner en molde de letras lo que me estaba pasando) y sigo pensando, casi cada día, si acaso volveré a escribir.

lunes, enero 08, 2007


Y esta vez, ni siquiera tuve la culpa...

jueves, enero 04, 2007

Tirado con honda


Si el mismísimo Johnny Depp se redime al final de "The Libertine" ¿por qué yo no?