lunes, abril 09, 2007

María, la de Magdala


Todas las mujeres en una. La más santa y la más pecadora. La más generosa y la más egoísta. La más hermosa y la más fea. La más amada y la más odiada. ¿Quién podría resistir a una mujer así?
Cuando él me dijo que la meditación sobre Magdalena lo había hecho pensar en mí no me extrañó, porque yo misma ya me había reconocido en las palabras de ese hombre tan inspirado.
Es que siento que he elegido una forma de vivir la vida tal, que no podría ser de otra manera. He amado y he llorado amores perdidos con la misma intensidad y, cuando pienso que he aprendido la lección y la siguiente vez seré más cauta, más cuidadosa de mí misma, vuelvo a lanzarme a la vida con los brazos abiertos, casi sin preocuparme de que abajo haya alguien dispuesto a recibirme, en caso de volver a caer estrepitosamente.
Mi abuela me advertía que no se debía ser así, pero yo siempre le dije que pensaba que no valía la pena vivir si no era dándolo todo. Es que, cual versión femenina de Cool McCool, yo amo el peligro. Por eso me apasiona navegar, volar y correr en cualquier aparato que se haya inventado o por mis propios medios: a pesar de haber vivido un par de sustos memorables gracias a las olas del mar chileno, cada vez que puedo me meto otra vez al agua.
Comentaba con alguien que me siento en la encrucijada de poder elegir entre una vida larga y apacible y una corta, pero intensa... Adivinen cuál es la que me tienta más.
Es cierto que me asusta, pero no reniego de ello y esa misma pasión por la vida, por las cosas que uno hace, por las relaciones que se establecen, es la que quiero transmitirle a mis hijos. Espíritus infinitos, somos capaces de hacer tantas cosas, que no quiero que llegue el día de arrepentirme por no haberme atrevido a hacer algo que quería. O lo que mi díscolo corazón me empujaba a hacer.
Sigo pensando que estamos aquí para darlo todo, fracto alabastro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vivo una secreta agonía, que sólo se reconforta al saber que una directa descendiente espiritual de las más humilde, pero gloriosa, hija de Magdala pueda encontrarme cuando termine este tránsito.