jueves, abril 19, 2007

Tu boca



Hoy partí a mi reunión tan desorientada, que no podía concentrarme para elegir la ruta apropiada. Llevaba el mapa en la mano, la luz prendida, y no sabía para dónde quedaba el norte ni para dónde el sur.
No entendía la razón de tanta confusión, hasta que mi propia boca me lo dijo: necesitaba a la tuya para justificar su existencia.
Mi boca, perdida de la tuya, buscaba su lugar en mi cara, en mi cuerpo completo, y no lo podía encontrar, clamaba a gritos por la tuya para reconocerse y poder seguir su camino.
Nada era lo suficientemente importante como para distraerla. Mis manos, mis pies, mi cabeza, sólo quería atender a su demanda: correr a buscar tu boca.
Tuve que hacer un esfuerzo de autoridad para ordenarle al resto de mi ser tomar posesión del mando y lograr cumplir con su cometido.
Ella, mi boca, condescendiente, por un rato se hizo la sumisa. Acompañó al resto de Renata a su destino y la dejó participar, opinar, sugerir, ofrecer y hasta reír, pero apenas hubo completado su tarea maternal, volvió a su actitud de taimada regalona.
Hasta esta hora, se niega a ser mi boca, hasta que no se encuentre con la tuya para entender su razón de ser.

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