jueves, mayo 17, 2007

Pereza



Ya no puedo hacerme cargo de mi existencia. No quiero, no quiero, no quiero. Todo me parece insuperablemente abrumador y quiero escapar por algún resquicio de la realidad.
Borges dijo algo así como que el paraíso debía parecerse a una gran biblioteca y me dan unas ganas locas de llegar pronto a ese lugar, situación para la que no creo estar haciendo suficiente mérito. Es que mi idea de una vida perfecta tiene que ver con los libros, definitivamente, en uno de los lugares principales.
Y también están mis plantas, claro. Si tuviera más tiempo libre, podría dedicarme incluso a limpiarlas hoja por hoja, para quitarles de encima todo el peso del aire de esta ciudad.
Pero, primero que todo en esta lista, están ellos, por supuesto. Tiempo para ir al colegio, para ofrecerme de voluntaria en cada una de las infinitas actividades que en ese colegio consideran importantes y enriquecedoras a la hora de educar a los niños.
Y me voy dando cuenta de que no es flojera, exactamente, lo que siento. Es más bien cierta aversión por el trabajo o, al menos, por el trabajo que hago ahora.
Me da una lata casi insoportable tener que levantarme cada día para llegar a una oficina donde poco tengo que hacer, poco tengo que aportar y preferiría encontrar una y mil razones para no tener que levantarme, para no tener que ir a trabajar cada día. Es que preferiría pasar mi tiempo haciendo otras cosas, cosas sin importancia -obviamente eso no significa que mi trabajo sea importante-, que no demandaran responsabilidad de mi parte, porque me da pereza.
Quisiera sólo yacer, viendo algún capítulo de Seinfeld para tratar de descubrir qué es lo que le causa tanta risa, o de Frasier, para reírme a destajo de ese humor tan rebuscado, de esos personajes tan patéticamente parecidos a mí (especialmente Niles).
Quisiera sólo yacer, leyendo todo lo que tengo atrasado en mi vida, partiendo por aquéllos a quienes mis autores favoritos leen o leían.
Quisiera sólo yacer, escuchando la música que me gusta, desde el malhumorado genio enamorado de una musa incógnita hasta el viejo de los ojos azules.
Quisiera sólo yacer, enterándome de las anécdotas de los críos míos y sintiendo el ritmo de su crecimiento atolondrado y tan rápido, que a veces no puedo asumir.
Quisiera, en fin, sólo yacer, para esperar su llegada al remanso, al lugar de calma y locura que le brindan mis brazos, anhelantes de su ser.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nada más provocador que tu pereza... Nada más encantador que esta perezosa... Y no es pereza, son ganas de darle el significado a algo tan valioso y maravilloso como tu persona.