martes, marzo 25, 2008

lunes, marzo 24, 2008

El mejor cumplido


Después de estar varias horas tratando de enseñarme a jugar Mario Bros., mi benjamín me dijo el mejor cumplido que he recibido en mi vida: que soy como un huracán, desastrosa, pero linda...

domingo, marzo 23, 2008

Besos


Un amigo de mi hermano, músico como él, dijo una vez que el momento más sublime en una relación de pareja era el del primer beso. Nada de lo que viniera después, podría compararse a toda la emoción y la adrenalina sentida en el momento de rozar con los propios los labios de esa persona por largo tiempo anhelada, observada de lejos, aproximada primero con timidez y luego con decisión.
Yo no podría estar más de acuerdo, hago memoria de mis propios besos y recuerdo la incredulidad que sentí cada una de las tres veces que un beso cambió mi vida.
La primera de ellas, el 20 de noviembre de 1986, yo pensaba "esto no puede ser, no todavía", porque yo tenía elaborada toda una estrategia de acercamiento y conquista, que se fue a las pailas en aquél parque cuando él, jugando con las flores que se enredaban en mi pelo, me tomó por sorpresa y me besó.
Asustada, no me atrevía a mirarlo al día siguiente, por no saber si ese beso había sido lo mismo para mí que para él. Y si lo fue, durante los seis y medio siguientes años de mi vida.
Del segundo no recuerdo la fecha, pero fue por abril de 1993. A pesar de haberlo esperado por toda una década, o tal vez por lo mismo, me supo a algo de desilusión y torpeza, pero yo estaba determinada a que ese beso continuara en la historia que continuó, claro que no con el mismo desenlace.


El tercer beso está demasiado fresco en la memoria de mi mente y la de mis sentidos. Estuve veinte minutos pegada a un par de labios deliciosos, adictivos, perfectos.


Hay también un beso en mi vida que, sin haber sido precursor de historias típicas en estos casos, me acompaña hasta hoy con su sabor a mazapán...
Pero hay un beso reciente, muy reciente, que sin ser primero tuvo esa misma magia, tuvo el poder de hacerme sentir que no tenía los pies puestos sobre la tierra y dejarme el resto del día con un vacío enorme en la boca, el de sus labios. Fue un beso capaz de tenerme toda la tarde, y la noche, con un escalofrío pegado en la espalda, con la adrenalina atacando por sorpresa a cada rato.
Ese beso, igualmente inesperado, me tiene replanteándome aún sobre cuánto nos pueden sorprender aquellos a quienes creemos conocer.

martes, marzo 18, 2008

sábado, marzo 15, 2008

Aprender a querernos



A raíz de acontecimientos recientes de mi vida, he vuelto a cuestionar la situación de mi autoestima.
Por mucho que escuche sobre lo simpática, guapa o inteligente que soy, siempre creeré que mi interlocutor es muy educado o está tratando de engrupirme para conseguir algo a cambio, derechamente.
Nunca me he querido, nunca me he encontrado nada de lo estupenda que dicen que soy y he descubierto, con el paso del tiempo y de muchas penas, que esto es el resabio de una educación muy exigente, donde siempre se esperaba de mí más que lo que había dado, sin importar el esfuerzo que hubiera detrás.
Nunca me creí merecedora de un cariño especial y por eso sentia que debía agradecer el que me daban...
Con el tiempo, con el devenir de mi vida y las consecuencias de muchos errores cometidos, mi autoestima siguió en picada.
Presiento que es lo que nos sucede a muchas mujeres de mi generación, profesionales, talentosas, que hemos fracasado en nuestros matrimonios...
Somos una especie de cofradía informal, que nos reconocemos en silencio y un cierto grado de solidaridad y competencia.
Buscamos "rehacer" nuestras vidas, creyendo que nos merecemos otra oportunidad, la definitiva, de amar y ser amadas.
"Muchas veces traspasamos los límites correctos y adecuados con el fin de tener “algo de cariño” y, esto, siempre o la mayoría de las veces, es un camino hacia un dolor inevitable. Nos equivocamos, y mucho, al hacer esto. Este tipo de traspaso de límites generalmente no resulta. Lo que empieza mal termina mal", dice Pilar Sordo, aunque en el intento pongamos lo mejor de nosotras para que, por fin, funcione.
Las transgresiones emocionales son más frecuentes de lo que parecen y de lo que estamos dispuestos a reconocer, siempre terminamos encontrando justificación para lo que hicimos y nos avergüenza, pero tarde o temprano debemos admitir la situación tal y como es, sin eufemismos, sin "peros" que nos tienten a hacerla menos indigna o indignante.
El inevitable dolor tiene que hacernos reaccionar, para que podamos aprender de esas situaciones y no volverlas a repetir nunca más en la vida.
Nos podemos caer, pero tenemos la obligación de levantarnos y aprender de nuestros errores. Aunque nos cueste. Aunque duela. Aunque nos signifique seguir solas.