martes, febrero 05, 2008

¡Gracias!


Resulta que tenía que aparecer un médico, médica, para ser más exacta, fanática de los tacones, para que por fin alguien saliera en defensa de ese accesorio de la moda que en realidad es bien protagonista: los zapatos.
A esta donna se le ocurrió demostrar, mediante estudio de campo, que el uso de tacones, específicamente del taco aguja, reporta ciertos beneficios a la anatomía femenina y lo plantea de tal manera que dudo que las mujeres de la segunda cuarentena de la vida se resistan a usarlos.
Ahora bien, mis reflexiones personales van por el lado de que las mujeres más jóvenes difícilmente se dejarán convencer de subirse a estos nunca bien poderados calzados, que exigen una cuota no menor de sacrificio, para averiguar si los efectos anunciados por la italiana son ciertos.
En cambio, las de más de cuarenta, ya estamos más acostumbradas a los tacos, los usamos incluso cuando éramos adolscentes, en la época de la horrorosa moda ochentera (de ese tiempo son mis primeros zapatos de charol de taco aguja...). Entonces, la gracia radica en que estamos más acostumbradas, nos causan menos tormento, los lucimos con más gracia ¡y las piernas se nos ven mucho más lindas!

viernes, febrero 01, 2008

Noches de vaguada costera


Ya, para mi gusto, el verano dura poco. Es demasiado corto para todas las noches que necesito para sentirme viva, para morirme de calor al punto de que una sábana es demasiado abrigo.
Ahora tengo rabia, porque la vaguada costera me ha robado algo de mis noches de verano; noches de un vinito en la terraza, a la luz de las velas; noches de albahaca y nuevas cepas que descubrir al amparo de una cena que siempre trae algo para asombrar; noches de ensaladas y postres inventados, con sabores que se van haciendo parte de una memoria que vale la pena atesorar.
Estas noches he tenido que volver a vestirme para no sentir frío, cuando en verano es casi un pecado usar ropa.
Son estas noches de recuerdos de tantas vacaciones pasadas, de veladas eternas jugando a las cartas con mis papás, como si fuéramos grandes, con la piel dorada y caliente, agradecida de tanto sol irresponsable; con el ruido del mar o las tímidas olas del lago traspasando las permeables fronteras de una carpa.
Creo que por esos recuerdos, para mí las noches de verano son sinónimo de pura felicidad. No importa que haya pasado mucho tiempo desde que disfruté mi último verano, pero siempre queda la esperanza para el próximo.
Tal vez porque me faltan otros calores, necesito tanto el del sol del verano y no lo perdono, no quiero perdonarlo, por arrancarse en esta noches de vaguada costera.