sábado, abril 21, 2007

Como agua para chocolate



Nunca he entendido el sentido de esta frase, nunca he sabido si el agua es buena o no para el chocolate, se me ha olvidado preguntarle a Willie Wonka, pero sí sé que en estos días me ha rondado en la memoria, mi escasa memoria, ese libro que leí hace tanto tiempo, cuando todavía era absolutamente feliz.
Cocinar es para mí un placer tan grande como comer, tal vez más incluso, por lo que significa la dedicación y el amor que una pone cuando acomete la tarea culinaria. Yo no soy creativa, pero soy buena para seguir instrucciones y me gusta aventurarme con recetas distintas, siempre con la intención de complacer a aquellos a quienes está dedicada la comida.
Con hijos mañosos eso es difícil de conseguir y por eso ha pasado mucho tiempo desde que cociné con gusto y con amor la última vez. Hoy tuve la oportunidad de hacerlo nuevamente, para agasajar al viajero a quien echaba tanto de menos. La cocina es suya, pero me preguntó, entre regalón y cansado por el viaje, "¿vas a preparar tú algo de almuerzo?".
Gran oportunidad y san Google me ayudó a encontrar una receta que se me había ocurrido, sin saber si existía. A él le encantó y yo disfruté de unas horas deliciosas cocinando y pensando en el resultado.
Ahora quiero cocinar otros platos, quiero experimentar nuevos sabores y sensaciones, para aquél que ha disfrutado hasta con mi mesa más modesta. Comeremos berenjenas, nos acompañará el aroma de la albahaca, el café y el cardamomo. La música del Viejo de los Ojos Azules será indispensable y, como siempre, él, mago absoluto de los sentidos, se encargará del postre.
Tal vez nunca llegue a escribir como la Laura Esquivel, pero sí puedo cocinar como Tita.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No es sólo lo que cocinas, sino cómo lo cocinas y la forma en que lo comparte en la mesa. Qué envidia por tu nuevo comensal

Anónimo dijo...

Señor Goloso:
No practique la envidia, mejor contágiese de su alegría ahora que ella saborea la vida con aroma a albahaca y cardamomo.
El Comensal