viernes, mayo 25, 2007

Codicia



Es un rasgo de personalidad que yo no conozco, lamentablemente. Muchas veces he pensado que si hubiese tenido mayores ambiciones en mi vida, mi presente sería distinto.
Hoy veo cómo el hombre del que me enamoré por su inteligencia y por sus valores es feliz acumulando bienes, de la mano de una compañera que lo empuja a eso.
Tal vez si le hubiese exigido que nos llevara de vacaciones cada verano, si no me hubiese conformado con los saludos de cumpleaños fuera de tiempo ni con los regalos simbólicos de Navidad, mi presene sería distinto.
Lamentablemente, el temita no va conmigo; nunca he creído que la plata sea un fin, sino sólo un medio para disfrutar, como me gustaría, de la vida.
Sin embargo, no puedo dejar de pensar en que aún estoy a tiempo de corregir ese "defecto" de mi personalidad en la formación de mis crías. Puede ser que algo de codicia los impulse a superarse, a no conformarse con lo que llega, a pelear por ser (o tener) algo más.
Puede ser que algo de codicia en ellos signifique la diferencia entre que yo termine mis días en una Senior Suite o en la Fundación Las Rosas...

miércoles, mayo 23, 2007

Ira


Me invade, se apodera de mí, contamina cada una de mis células y pensamientos y me enferma, me hace vomitar una cantidad de rabia que no sabía que podía contener.
La provoca siempre él, sus acciones y omisiones. La provoca siempre él, aquél que tenía la sangre de mis venas a su disposición. Pero no le bastó, quería más y salió a buscarlo.
No lo odio, no puedo odiarlo, pero desata en mí lo peor que siempre he temido ser. Me basta verlo, escucharlo, para que su presencia me sepa al hambre de un niño pobre; al llanto de una amante abandonada.
No quiero que le vaya mal, no quiero que le vaya bien; quisiera tener el poder de desencadenar con mi ira las fuerzas de la naturaleza y hacerlo huir definitivamente, desaparecer del mapa del cosmos, para recuperar la confianza en la justicia.
Porque eso es lo que me provoca mirarlo: sentir que no hay posibilidad de que se asome siquiera a saber cuánto daño va causando su paso, mientras, muy campante, camina por el mundo sintiéndose el ser más amado, porque se lo merece.
Si tan solo lo odiara, podría enfrentármele, exigirle que respondiera a sus faltas y a mis dudas, conminarlo a hacerse responsable de sus muertos.
Pero verlo, escucharlo, me nubla la razón y sólo pienso en lo mal que lo he pasado gracias a él. Me robó mis sueños y, a veces, logra todavía robarme la paz.
Dios mío ¿tendré justicia en esta vida?

jueves, mayo 17, 2007

Pereza



Ya no puedo hacerme cargo de mi existencia. No quiero, no quiero, no quiero. Todo me parece insuperablemente abrumador y quiero escapar por algún resquicio de la realidad.
Borges dijo algo así como que el paraíso debía parecerse a una gran biblioteca y me dan unas ganas locas de llegar pronto a ese lugar, situación para la que no creo estar haciendo suficiente mérito. Es que mi idea de una vida perfecta tiene que ver con los libros, definitivamente, en uno de los lugares principales.
Y también están mis plantas, claro. Si tuviera más tiempo libre, podría dedicarme incluso a limpiarlas hoja por hoja, para quitarles de encima todo el peso del aire de esta ciudad.
Pero, primero que todo en esta lista, están ellos, por supuesto. Tiempo para ir al colegio, para ofrecerme de voluntaria en cada una de las infinitas actividades que en ese colegio consideran importantes y enriquecedoras a la hora de educar a los niños.
Y me voy dando cuenta de que no es flojera, exactamente, lo que siento. Es más bien cierta aversión por el trabajo o, al menos, por el trabajo que hago ahora.
Me da una lata casi insoportable tener que levantarme cada día para llegar a una oficina donde poco tengo que hacer, poco tengo que aportar y preferiría encontrar una y mil razones para no tener que levantarme, para no tener que ir a trabajar cada día. Es que preferiría pasar mi tiempo haciendo otras cosas, cosas sin importancia -obviamente eso no significa que mi trabajo sea importante-, que no demandaran responsabilidad de mi parte, porque me da pereza.
Quisiera sólo yacer, viendo algún capítulo de Seinfeld para tratar de descubrir qué es lo que le causa tanta risa, o de Frasier, para reírme a destajo de ese humor tan rebuscado, de esos personajes tan patéticamente parecidos a mí (especialmente Niles).
Quisiera sólo yacer, leyendo todo lo que tengo atrasado en mi vida, partiendo por aquéllos a quienes mis autores favoritos leen o leían.
Quisiera sólo yacer, escuchando la música que me gusta, desde el malhumorado genio enamorado de una musa incógnita hasta el viejo de los ojos azules.
Quisiera sólo yacer, enterándome de las anécdotas de los críos míos y sintiendo el ritmo de su crecimiento atolondrado y tan rápido, que a veces no puedo asumir.
Quisiera, en fin, sólo yacer, para esperar su llegada al remanso, al lugar de calma y locura que le brindan mis brazos, anhelantes de su ser.

lunes, mayo 14, 2007

Envidia


Empiezo a leer mi -apenas- cuarto libro de este año (cómo se nota que ya no viajo en micro, o en el metro pre Transantiago) y parto de una manera curiosa. Es mi primera obra de este autor y comencé por la segunda parte de sus memorias o, como él mismo les dice, sus antimemorias.
Me embarga una terrible mezcla de sensaciones que van desde el encantador descubrimiento de sus letras y una envidia que duele, duele en lo más hondo. ¿Por qué él sí y yo no?
Recuerdo mi infantil edad de los diez, e incluso de antes, cuando sentía, de verdad creía, que podía llegar a ser lo que yo quisiera. Desde la prima ballerina del ballet nacional hasta una física astronáutica, posibilidad que deseché cuando supe de mi escasa afinidad con las matemáticas.
Sin embargo, soñé con ser actriz, neurocirujana, historiadora, profesora, jueza... escritora.
Ahora, a mis treinta y diez (robándole la fórmula a un creativo Joaquín), no soy ninguna de esas Renatas que pensaba que podía ser. Es cierto, elegí un camino que me permitió acercarme a todos esos mundos pero como espectadora, no como protagonista, que es como prefiero vivir mi vida.
Siempre pensaba "hay tiempo", pero éste, traicionero, no avisa cuándo acelerará su paso y nos dejará mirando hacia atrás todas las cosas que se van perdiendo en el camino, sin que tengamos ya la posibilidad de recogerlas.
Me acuerdo de que mi primera afición por letras adultas, siendo yo una imberbe (ya no lo soy), era la columna "Civilice a su Hombre", de Isabel Allende en la setentera Paula.
Me fascinaba la capacidad de construir ideas originales con palabras comunes. En el fondo, sentir que ella podía escribir en lindo -o entretenido- lo mismo que se me podía ocurrir a mí (sí, damas y caballeros, a esa edad ya leía esas columnas con afán instructivo).
De ahí en adelante, cada vez que tomo el libro de una escritora, especialmente de las chilenas, los leo con el sabor amargo de la envidia en la boca. Es como si fuera un ejercicio de puro masoquismo: leerlas para sufrir.
Porque, reconozco, es posible que yo escriba tan impecablemente como ellas -editores mediante, me imagino-, algunas me dan náuseas con sus lugares comunes y efectos efectistas, pero la gran diferencia, la que merece todo mi respeto, es que se atrevieron a hacerlo.
Se atrevieron a dejar la mullida seguridad del "me encantaría escribir" y se lanzaron a la azarosa aventura de escribir, en concreto.
Capítulo aparte merecen los verdaderos maestros de las letras, lista particular que, en mi caso, encabezan los rusos. Frente a ellos, nada que decir, nada que reclamar, ni siquiera que envidiar. Ahí sólo existe la posibilidad de rendirse ante tamaña capacidad de crear esos monstruosamente complejos personales que hacen pensar que, gracias a Dios, una es de carne y hueso.

viernes, mayo 11, 2007

Gran verdad



"Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta años para aprender a callar"
Ernest Hemingway

jueves, mayo 10, 2007

Lo que más me gusta de Seinfeld


Es escuchar tu risa.

jueves, mayo 03, 2007

Mandato divino



No tengo opción. Ayer empecé la catequesis de preparación para la primera comunión de mi tercer hijo y, como siempre, los curas de ese colegio nos regalaron con una de sus charlas de lujo. El resumen de una hora y media de atenta escucha es que fuimos creados por Dios para ser felices y eso lo logramos a través del amor. Lo dijo clarito: primero el de pareja y luego hacia los demás.
Entonces, me pregunté ¿qué más necesito? Yo lo amo más allá de cualquier duda. Amo su voz, amo su olor, amo contemplarlo, amo recibir un mensaje suyo. Él me ama; me dice "hermosa" y yo sé que soy hermosa cuando él me mira. Se maravilla con la complejidad de mi ser y, aunque a veces tengamos ritmos distintos, siempre nos damos cuenta de que estamos mirando hacia el mismo lado ¿Qué más necesitamos? Nada.
A los agoreros de siempre les demostraremos que nacimos para ser felices,yo para darle felicidad; él, para hacerme feliz.
Hay un sacrificio implícito en esta opción, pero por sobre las imposiciones de los hombres, está para mí el mandato divino: fuimos creados para ser felices y yo quiero ser feliz con él.

miércoles, mayo 02, 2007

Qué pena que ya no leas mi blog...

...sabrías que no dejo de pensar en ti, Pastel.