martes, julio 22, 2008

Color hormiga


No es que me estén invadiendo, las estoy emanando. Las invoqué por error hace unos días y me espantaron.
Como no quisieron irse voluntariamente, arrasé con ellas furibunda y parece que las sobrevivientes, que siempre son cientos, miles, millones, decidieron cobrar venganza. Ni olvido ni perdón.
Se me fueron apareciendo por aquí y por allá, en la cocina, en la mesa, cuando abría mi libro por las noches y yo, inconmovible, ¡pffst!, las eliminaba una a una.
Pero ellas, laboriosas como hormigas, no se dejaron amedrentar y persistieron en su ataque paciente, pero eficiente.
Huí, apenas pude, a refugiarme al sagrado templo del deber, confiada en que dejaría atrás a mis perseguidoras cuando, ¡horror!, empecé a verlas salir desde mi ropa.
Se han infiltrado en todo mi ser, salen por el puño de mi camisa, por mi boca, por mis oídos, de entre mi pelo. Salen por mi nariz y por los pliegues de mi voz, me habitan y se escapan de mí antes de que yo alcance a reaccionar, de modo que ahora estoy en plan de acostumbrarme a ellas.
Algo de su lenguaje he aprendido y me entero de lo que traman a escondidas, pero lo que todavía no puedo superar es que se metan en mis sueños, color de hormiga.