martes, mayo 13, 2008

Dolores crónicos


Me he acostumbrado a vivir con dolor y ya no le temo, aunque a veces me molesta. No se trata de nada metafísico, relacionado con la falta que me hace mi madre cada día o comprobar lo difícil que se hace a veces lo que debería ser tan feliz, sino de dolor concreto, físico.
Desde mis dos achaques crónicos, me he acostumbrado a ver el mundo como si todos tuvieran las mismas limitaciones que yo y me sorprende la gente corriendo, andando en bicicleta o cargando niños en los brazos. Yo sólo me resigno a la renuncia de ésos y otros placeres tan simples como un partido de fútbol con mis críos o usar esos tacos que fascinan y me fascinan.
Pero desde hace unas semanas, me he dado cuenta de que se me está insatalando un nuevo dolor, de los metafísicos, para los que no hay pildoritas que lo alivien.
Me di cuenta de que mis hijos, que todavía son niños, están teniendo dolores de grandes. Es que están creciendo irremediablemente y advierto que ya no bastará un besito de la mamá en la peladura de rodillas del alma para que deje de dolerles.
¡Cómo quisiera poder ahorrarles tantas penas! ¡cómo quisiera saber hacerlo! Sin embargo, sé que las necesitan como yo necesité las mías para ser la que ahora soy.
Sólo me resta intentar enseñarles a ponerse sus propios parches curita.

No hay comentarios: